domingo, 12 de junio de 2016

La importancia del ejercicio físico

Hoy tocaremos un tema básico para nuestra salud, hablaremos sobre el ejercicio físico; sus beneficios y que nos dice la Biblia acerca de esta actividad.

       El ejercicio físico es una actividad que requiere disciplina, requiere diligencia, requiere voluntad, y si tu voluntad es débil, la fortalece, requiere también dominio propio, perseverancia, resistencia. Por eso es que en la Biblia el apóstol Pablo hace mucha referencia a la preparación física de los atletas (1 Corintios 9:24-27, 2 Timoteo 2:5, 2 Timoteo 4:7, Hebreos 12:1), como una manera metafórica de ver la vida cristiana, pues todas estas virtudes que les mencione son necesarias en la vida espiritual.

       El ejercicio físico nos da múltiples beneficios para nuestra salud, por algo es una de las 3 piedras angulares (nutrición, tratamiento farmacológico y ejercicio físico) en el tratamiento de diversas enfermedades crónico degenerativas. El ejercicio físico nos ayuda a:

*Oxigenar mejor el cuerpo, pues se transporta más oxígeno en la sangre a todo el organismo, por lo que tus pulmones usan mejor el oxígeno y por ende se fortalecen tu corazón y tus músculos.

*Ayuda a disminuir los niveles de glucosa en sangre.

*Previene enfermedades crónicas degenerativas como la diabetes, la hipertensión arterial, el cáncer.

*Previene el envejecimiento prematuro.

*Fortalece el sistema inmunológico, es decir, te ayuda a aumentar tus defensas.

 *Cuida las reservas de calcio en tu organismo, por lo tanto te ayuda a fortalecer tus huesos y prevenir la osteoporosis.

*Aumenta el colesterol HDL (el bueno), el cual ayuda a disminuir el colesterol LDL (malo) y esto te protege contra una cardiopatía (enfermedades del corazón).

 *El ejercicio físico te ayuda a disminuir el colesterol total, el colesterol LDL y los niveles de triglicéridos!

*Después de los 30 años se comienza a perder el musculo en el cuerpo, por tanto el organismo empieza a quemar menos calorías, lo que provoca un aumento gradual de peso que conlleva a un sobrepeso u obesidad, por eso el aumentar tu ejercicio físico te ayudara a evitar la obesidad que va ligada a muchas enfermedades crónico degenerativas que ya te mencione anteriormente.

 *Al hacer ejercicio físico se producen endorfinas que mejoran tu estado de ánimo y tu humor, te sentirás feliz, relajado (a) y alegre.

*Disminuye el estrés (el estrés puede derivar a enfermedades del corazón, trastornos menstruales, problemas digestivos como gastritis, inflamación, dolor abdominal, colon irritable).

*Disminuye la depresión y la ansiedad, que como sabemos, estos dos son factores que nos pueden causar caer en tentaciones.

*Te ayuda a dormir mejor.

       Dicho esto, vemos que el ejercicio físico va más allá de una razón estética o superficial, el dedicarle tiempo a esta actividad es estarle abonando a nuestra salud física y mental, y recordemos que nuestra salud es también responsabilidad nuestra y no podemos tratar nuestro cuerpo como si no fuera algo valioso que Dios nos dio, pues también con él glorificamos a Dios.

       La Biblia no menciona específicamente a personajes deportistas o que hicieran algún ejercicio físico, pero a través de ella podemos ver como a Dios le interesa nuestra salud, de los milagros que Jesús hizo aquí en la tierra gran parte fue sanar a enfermos (Mateo 4:23), en Génesis se habla claramente sobre las provisiones de Dios hacia nosotros para tener una salud óptima (aire puro: Gen. 2:15, agua pura: Gen. 2:10, alimentos nutritivos: Gen. 1:29, ejercicio moderado: Gen. 2:15).

       La Biblia es muy clara en que debemos cuidar nuestros cuerpos (1 Corintios 6:19-20, Efesios 5:29). En diversos salmos y versos podemos ver el respeto al don de la vida y a nuestro cuerpo como una obra maravillosa de Dios (Salmos 139:14). Incluso la Biblia nos advierte en múltiples versículos sobre la glotonería (Deuteronomio 21:20, Proverbios 23:2, 2 Pedro 1:5-7).

       Sabiendo todo esto: ¿No sería una irresponsabilidad nuestra no hacer nada por mantener nuestra salud? Sanos servimos mejor a Dios y a nuestro prójimo, ¿No es cierto?, y, ¿Cómo nos mantenemos sanos? Ciertamente con buenos hábitos de alimentación y de ejercicio físico.

       Así que, no tiene nada de  malo que un cristiano se ejercite, pero, ¿Qué nos dice el apóstol Pablo sobre el ejercicio físico? La biblia dice:

1 Timoteo 4: 7-8 “No pierdas el tiempo discutiendo sobre ideas mundanas y cuentos de viejas. En lugar de eso, entrénate para la sumisión a Dios. «El entrenamiento físico es bueno, pero entrenarse en la sumisión a Dios es mucho mejor, porque promete beneficios en esta vida y en la vida que viene».” (NTV)

       Pablo no está negando los beneficios del ejercicio, ni dice que no tenga validez alguna; pero sí dice que el beneficio es limitado porque solo afecta el cuerpo físico en esta vida terrenal, en cambio, los beneficios a largo plazo de una buena relación con Dios son mucho mayores tanto aquí en el mundo como en la eternidad. Uno es valioso, pero el otro es de más valor.

       Hay que ponerlo en una balanza, y lograr un equilibrio entre ambos. Y, de acuerdo a lo que Pablo nos dice, no podemos permitir que el entrenamiento corporal cobre más importancia que nuestra relación con Dios. ¿Cómo podemos lograr este equilibrio? El punto de partida es examinar tu corazón y preguntarte: ¿Cuál es mi objetivo al comenzar una rutina de ejercicio físico? ¿Lo hago meramente por salud, o por vanidad? Y, ¿Cuánto tiempo le dedicaré a la semana?

       La OMS recomienda a niños y jóvenes de 5 a 17 años un mínimo de 60 minutos diarios de ejercicio físico de preferencia aeróbico, a adultos de 18 a 64 años mínimo 150 minutos semanales para mantener un estilo de vida saludable. Entonces, si le dedicas 1 hora al entrenamiento físico, lo correcto sería dedicarle mínimo el doble a tu vida espiritual. Si el caso es el contrario, debemos establecer bien nuestras prioridades; pues existen en nuestras vidas metas terrenales (nuestra educación, nuestra profesión, nuestros bienes, físico, etc.) y metas espirituales (el propósito de Dios en nuestra vida).

       ¿Cuánto tiempo le dedico a cada una? ¿A dónde se inclina la balanza?, ¿Cuál debe ser la prioritaria? Ciertamente nuestra vida es como neblina que pasa, dice Santiago 4:14, y nuestros tesoros aquí en la tierra son pasajeros (Mateo 6:19-34), entonces ¿Cuál atiendo primero y mejor? ¿Lo que me traerá satisfacción en esta vida (corto plazo), o lo que lo hará por la eternidad (largo plazo)?

       Cuidemos que el motivo de nuestro ejercicio físico no sea por vanidad, sino por salud; porque entonces estaríamos sembrando para la carne, no para el espíritu, y la Biblia también nos advierte sobre la vanidad (1 Samuel 16:7, Proverbios 31:30, 1 Pedro 3:3-4).

       Nada malo tiene que un cristiano se ejercite, mi consejo a ti es que tomes tu responsabilidad sobre tu salud y tu cuerpo, que es un regalo de Dios, pero no dejes que eso te distraiga y termines descuidando tu vida espiritual, tu comunión con Dios en oración y en Su palabra, tu ministerio, el propósito de Dios en tu vida. Mantente sano, sí, pero para Servir a Dios, a tu familia, a tu iglesia, a tu prójimo. Pues a eso vinimos en realidad (Mateo 20:28).

Por Bárbara Garibay

Evangelizando en el día a día

¿Sabías que a través de tu vida, das testimonio de Cristo? ¿Qué tipo de evangelismo estas llevando a cabo en tu cotidianeidad? ¿Con tu comportamiento, estás invitando a otras personas a conocer a Dios?

       En ocasiones, la palabra “evangelizar” ha sido pensada como una serie de funciones propiamente de pastores y líderes de ministerio en la iglesia, sin embargo, es un error pensar que evangelizar es un acto exclusivo de ciertas personas, puesto que todos formamos parte de la Iglesia de Cristo y es nuestro deber darlo a conocer en cualquier ámbito de nuestra vida.

       Según la Real Academia Española, Evangelizar es predicar la fe de Jesucristo o las virtudes cristianas. Por su parte, Predicar es propagar o extender una doctrina o una idea, haciéndolas públicas y patentes. En la gran comisión, plasmada en Mateo 28:19-20, Jesús dijo: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.

       Esas palabras son para ti y para mí, a fin de que las tomemos día con día y demos a conocer las buenas nuevas a todas las personas que están a nuestro alrededor.

        Ciertamente, una vez que conocemos el poder y la verdad de la palabra de Dios, es indudable la transformación que ésta hace en nuestro interior, cambiando lo viejo por algo totalmente nuevo, modificando nuestra forma de ser, pensar y actuar; motivándonos a alcanzar todas las promesas que Él tiene preparadas para nosotros, permitiéndonos disfrutar de cada uno de sus detalles y bendiciones.  Es así como a través de la intimidad con Dios, podemos nutrirnos de su presencia, meditar en su palabra y reflejarlo en nuestra cotidianidad.

       El testimonio más fuerte que podemos dar, es con el ejemplo, mostrando que Dios es real y poderoso, puesto que ha hecho grandes cosas en nuestras vidas y quiere hacerlo con los demás también.

       No te preocupes si piensas que evangelizar es difícil, o si las personas te rechazarán, recuerda que la obra es de Dios, y nosotros somos instrumentos a su entera disposición para actuar de la manera que él mande, sabiendo que nada es en vano, y que la semilla de su palabra ha sido sembrada en el corazón de la gente.

       Como lo vemos en el nuevo testamento, evangelizar no es esperar que las personas vayan a una congregación para recibir el testimonio de lo que Jesús hizo en la cruz por nosotros, sino que nuestra responsabilidad como discípulos es salir de la “zona de confort”, empezar a predicar a otros lo que Dios ha hecho e invitarlos a que ellos también “comprueben cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).

       Esto puede llevarse a cabo en cualquier momento y en cualquier lugar, ya sea en la casa, escuela,
trabajo, gimnasio, parque, aeropuerto, oficina, en la parada del camión, o donde sea, verdaderamente Dios es muy creativo y todo lugar es propicio para que las personas tengan la oportunidad de escuchar el mensaje de esperanza y salvación.

       Recordemos que la manera en que muchas personas conocerán a Cristo, es a través de nuestro estilo de vida, por lo tanto es importante ser congruentes en lo que decimos y lo que hacemos, ser sensibles a las necesidades de nuestro entorno y capaces de extender una mano de ayuda al que lo requiera.

       La generosidad debe ser una carta de presentación, además del amor al prójimo, la integridad, el respeto, la amabilidad, el trabajo, la alegría, la buena voluntad.

       Una vez que las personas han tomado la decisión de aceptar a Cristo como su salvador personal, resulta necesario brindar oportunidades de crecimiento, esto es, invitar a las personas a que asistan a alguna congregación, que lean la biblia, que formen parte de células o grupos de oración, a fin de que crezcan en los principios bíblicos y tengan el apoyo de personas que tienen los mismos objetivos de vida espiritual.

       “Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y, cómo creerán en aquel de quién no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!” Romanos 10:13-15.



       Quiero terminar con estas palabras de la canción “No hay paredes” de Jesús Adrián Romero, verdaderamente reflejan que para Dios no hay límites: “Fuera del templo y la religión, por todo pueblo y toda región, entre la gente que vaga hoy, sin rumbo fijo sin dirección, entre las plazas de mi ciudad, en donde hay tanta necesidad, por todas partes te llevaré, pues no hay paredes que te puedan esconder”.

Por Maribel Sánchez