miércoles, 27 de julio de 2016

Medicina, nutrición y enfermedades en los tiempos de Cristo

Las 3 primeras palabras del título de este artículo guardan una gran relación entre ellas, que viene a ser más notoria en el Antiguo Testamento.

      Hay variedad de enfermedades que se pueden prevenir con la nutrición, o bien remedios caseros efectivos para curar ciertos males.
       La Biblia es un libro con una muy amplia variedad de temas, la salud equivale a vida, así que no es de sorprendernos que la Biblia haga referencia a este tópico, o haga mención de ciertas enfermedades como casos en los que Dios actuaba y se glorificaba en ellos, así como también indicaciones de cuidar nuestra alimentación y salud física, obviamente no por encima de nuestra salud espiritual (1 Timoteo 4:8).
Podemos ver ejemplos en los que se hablan de enfermedades y remedios como estos:
·         
      En Jeremías 8:22:
“¿No hay bálsamo en Galaad? ¿No hay allí médico? ¿Por qué, pues, no hubo sanidad para la hija de mi pueblo?”
En Génesis 37:25 se menciona que uno de los productos muy valiosos que transportaban en camello era este bálsamo, era un producto muy apreciado en el antiguo Oriente Medio y se consideraba un lujo. Este se extraía de los árboles, era una resina aromática y aceitosa, y sus propiedades curativas eran muy conocidas.

       Volvamos a Jeremías, que pregunta con tristeza si acaso había bálsamo en Galaad, en sentido figurado, pues el pueblo de Israel se encontraba lejos de Dios y no se arrepentían de su pecado, y el profeta se estaba refiriendo a que de esta manera no recibirían el “bálsamo” espiritual de Dios.
Podemos ver que si existían remedios muy valiosos, pero en este sentido Jeremías hablaba de la necesidad de ese bálsamo de Dios para la salud espiritual del pueblo.
·        
      En el libro de Isaías en el capítulo 38 habla cuando Ezequías enfermo de muerte:

Isaías 38:1 “Y había dicho Isaías: —Tomen una masa de higos y pónganla en la llaga, y sanará.”
Ezequías oró y clamó a Dios para que lo sanara, y Dios contestó su oración por medio del profeta Isaías, quien fue directamente con Ezequías diciéndole lo que Dios le había mandado decir, que era que Dios iba a añadir a sus días 15 años y además que libraría a la ciudad de manos del rey de Asiria (Isaías 38:4-6). Después de esto, Isaías pidió que tomaran una masa de higos y la pusieran en la llaga de Ezequías, y sanó.
·         Isaías 1:6

Isaías también habla de "heridas, golpes, llagas vivas" que debían ser "curadas, vendadas o mitigadas con aceite" (Isaías 1: 6).

"Desde la planta del pie hasta la cabeza
no hay en él cosa sana, sino herida,
hinchazón y podrida llaga;
no están curadas ni vendadas
ni suavizadas con aceite".

       En aquellos tiempos, los israelís no eran atendidos por médicos profesionales, y desconfiaban de médicos de otras naciones. En el antiguo Testamento los médicos no eran bien vistos porque los hebreos pensaban que era mejor confiar en Dios para que sus enfermedades pudieran ser sanadas.
En este sentido, podemos mencionar el caso del rey Asa de Judá cuando enfermó de gota en los pies, y dice la Biblia (2 Crónicas 16:12) que en su enfermedad no buscó a Dios, sino a los médicos, esto fue condenación para su vida, y murió.

      En el nuevo testamento (Marcos 5:25) vemos la situación de la mujer que tenía flujo de sangre desde hacía 12 años, había gastado todo en médicos y ninguno le daba una solución. En esos tiempos esos casos eran más comunes por los limitados conocimientos que había.

    En los principios del cristianismo, los médicos estaban asociados con el dios de la medicina y curación de la mitología griega, Esculapio, su símbolo era el caduceo (serpientes enlazadas alrededor de un báculo), y este es aun el símbolo de la profesión médica.
     En la Biblia se hace mención de varias enfermedades como la lepra, las hemorroides, la hidropesía (edema, retención de líquido), y las enfermedades estomacales (Deuteronomio 24:8, 28:27, Lucas 14:2, 1 Timoteo 5:23).

     Al leer la Biblia, nos damos cuenta que en esta no encontramos motivo de “alabar” por así decirlo, a los médicos, o motivos para pensar que la medicina es el único medio para obtener salud, pero tampoco se subestima su profesión. En Colosenses 4: 14 se llama a Lucas el medico “amado” pero esto más en un término espiritual que médico. Lucas usaba terminologías y descripciones médicas que sugieren que practicaba medicina moderna.

En Lucas 5:31 Jesús nos dice ”los que están sanos no necesitan médico, pero los que se hallan mal sí”, haciéndonos ver que era aceptable y coherente buscar a un médico para tratar enfermedades. Tampoco hay una base bíblica que nos haga referencia a condenar el uso de antibióticos, antisépticos o analgésicos, pues como vimos al principio de este artículo en el libro de Jeremías se nos habla de un bálsamo que pudiera tener estas características.

     De hecho,  muchas medidas de prevención de enfermedades son mencionadas en la Biblia, muchas de las cuales son usadas hoy día, vemos una vez más que la Biblia se ha anticipado en tantos aspectos así como en la medicina, salud y prevención de infecciones y enfermedades.

       Los principios para conservar la salud que menciona la Biblia siguen siendo igual de prácticos hoy, pues el objetivo principal de las leyes que Dios dio a Moisés, era prevenir enfermedades, y del mismo modo las medidas preventivas hoy han resultado más útiles que sólo centrarse en el tratamiento de la enfermedad. Por eso hoy vemos mucho este slogan: “Es mejor prevenir que curar” o “Más vale prevenir”.
       Cuando vemos estas leyes que Dios dio a Moisés se puede apreciar que la prioridad en ellas es la prevención para el cuidado de la salud. Mencionaremos algunas:
-Deuteronomio 23: 13 dice: “Y debes tener disponible una estaca junto con tus útiles, y tiene que suceder que cuando te agaches fuera, entonces tienes que cavar un hoyo con ella y volverte y cubrir tu excremento

       Para esos tiempos esta norma era una medida preventiva muy avanzada, para evitar enfermedades que se pueden transmitir por las moscas, como la shigelosis, tifoidea, disenterías, que aun en estos días son muy comunes sobre todo en lugares en los que no toman este tipo de medidas.

-En el capítulo 11 de Levítico se dice que las enfermedades se pueden transmitir por medio de insectos, roedores y agua contaminada. Este dato que puede parecer insignificante nos demuestra que la Biblia se adelanta a descubrimientos de científicos como Pasteur o Leeuwenhoek, que sucedieron milenios después.

-Acerca de las reglas y prohibiciones dietéticas se nos habla en Levítico 11: 13-20, entre esas prohibiciones se incluyen a predadores como las águilas, las águilas pescadoras, búhos, el cuervo y el buitre. Debido a que estos animales pertenecen al nivel superior de la cadena alimentaria, concentran gran cantidad de toxinas. En la ley de Moisés se permitía comer algunos animales vegetarianos que no pertenecían a una cadena alimentaria en la que se concentran toxinas.

-Las carnes que se prohibían eran porque contenían parásitos enquistados.

-En numerosos versículos del AT también se habla acerca del consumo de carne y sangre, Génesis 9: 4; Levítico 3: 17; 7: 26; 17: 10-16; 19: 26; Deuteronomio 12: 16; 15: 23. Esta prohibición también se menciona en el NT en el libro de Hechos 15: 20, 29 y 21: 25.

-Incluso las leyes morales en la Biblia son una manera de prevención contra las enfermedades de transmisión sexual (Éxodo 20: 14; Romanos 1: 26, 27; 1 Corintios 6: 9, 18; Gálatas 5: 19).

       Como podemos apreciar la Biblia nos da luz acerca de muchos aspectos biológicos, de las enfermedades más concurrentes, incluso datos muy adelantados para los tiempos en que se escribieron, pues la sabiduría de Dios va más allá de la sabiduría del hombre y el solamente es Creador de todo, y así como el da la salud, El también tiene derecho de quitarla, y por nuestra parte, nuestra responsabilidad es cuidarla.


Por Bárbara Garibay P.

Los adoradores



¿Qué es ser un adorador?
       Para ser un adorador tienes que cumplir con ciertas facetas tanto musical como en lo espiritual. No se puede ser un adorador sólo en lo espiritual y no saber de lo musical; o al revés, no se trata de sólo saber lo musical porque eso no significa que sepas adorar a Dios.
       ¿Por qué? Porque la adorar, como es un complemento de varias circunstancias y situaciones, implica hasta el estilo de vida que uno tiene. No sólo puede adorar tocando música, sino con el estilo de vida.
       Como la gente que no toca ¿Quiere decir que no puede adorar? Nada que ver. La adoración es un complemento de tu estilo de vida espiritual y de una preparación musical, si eres de los que tocan, porque un adorador como el que menciona la biblia es el que realmente con toda su mente y toda su alma está entregándose a Dios.

¿Cómo sabe uno si está llamado a ser un adorador?
       Todos están llamados a ser adoradores, porque no es sólo de la cuestión musical. Todos estamos hechos para la adoración, porque todos a final de cuentas, cuando estemos ante la presencia del Señor vamos a adorarle y alabarle.
       A lo mejor la cuestión es si estoy llamado a tocar un instrumento, eso sí es diferente, porque todos estamos llamados a adorar.

¿Cómo puede saber un adorador si está haciendo bien las cosas?
       Tiene que haber varias cosas. Una de ellas está haciendo las cosas bien se va viendo el fruto. Hay personas que se entregan al Señor, hay personas que cambia su vida por la adoración. Tienes que ver que haya un fruto para saber si ese es tu llamado y si lo desarrollas correctamente.
       También hay veces que la misma gente te va diciendo cosas como “Hermano, échele ganas, cuando toca nomás no”. Así que también hay que escuchar al pueblo y ser uno autocrítico sabiendo escuchar.
       Sin embargo cuando estás en las cosas del Señor, eso va fluyendo y tú mismo te das cuenta. Así te puede pasar como a Jonás, que aunque te quites, si Dios te tiene el llamado para eso, te va tocar.

¿Qué dificultades enfrenta un adorador?
       Son muchas. En unos puede ser la vanidad, también hay gente que por engranarse en lo musical, descuida lo espiritual. Aunque toque o cante muy bien, si no ora, no ayuna, no lee la biblia; si no tiene esa relación con Dios, espiritualmente se pierde.
       La influencias de las amistades musicales y lo que escuchen también tiene mucho que ver.  Hay unos que como les dicen “Hermano, qué bonito toca”, se equivocan espiritualmente; si realmente sabes que Dios te está usando, la respuesta es “Gracias al Señor…”, pero hay gente que se siente la única responsable.

¿Cómo debería ser la vida de un adorador?
       Tiene que estar consagrado. No puedes estar cantándole a Dios  luego las del mundo. No puedes tener un estilo de vida así. O eres o no eres, o sí o no, o frío o caliente. Desde ahí pierde también credibilidad el adorador.
        Debe uno llevar un estilo de vida que sea genuino. Por ejemplo, si tú ves un artista que firmó con Televisa, tú lo vas a ver sólo en Televisa y nunca en TVAzteca u otra empresa porque ya firmó con Televisa y tiene los derechos.
        Si tú realmente te entregaste al Señor y le dijiste que le ibas a adorar y cantar toda la vida, ya o puedes andar en otras cosas. A menos que digamos que ese es tu trabajo, que realmente te mantienes de ahí, y con ese salario mantienes a tu familia, entonces al César lo del César y a Dios lo de Dios.
       Porque la mayoría lo hace no porque sea su trabajo, sino sólo porque le llama la atención, no porque haya una necesidad.
       La consagración es una respuesta inmediata y con ella va la exclusividad. Si eres del Señor, nada más al Señor le vas a tocar, si tus dedos van a tocar, sólo para el Señor van a tocar.

       Obviamente, tampoco hay adorador si no ayuna, si no ora, si no se prepara, si no tiene una comunión y una experiencia con Dios también. Imagínate un “adorador” queriendo llevar un pueblo a la presencia de Dios cuando él mismo no puede entrar. 

martes, 5 de julio de 2016

El vino

Desde la antigüedad hasta hoy, el vino ha sido de las bebidas más populares. Hoy día gana aficionados, y sus ventas aumentan día con día.



Aunque la mayoría de las personas tiene el concepto de que el vino es una bebida lujosa y de alto costo, las ventas de este lejos de disminuir, aumentan; además, se hacen festivales, publicaciones y hasta programas radiofónicos o televisivos sobre este tema exclusivamente.
       Todo esto ha llevado a que muchas personas del ámbito cristiano se cuestionen sobre la naturaleza y permisibilidad de esta bebida ¿Está mal tomar vino? ¿Qué no Jesús tomaba vino? ¿El vino hace algún daño?
       Bueno, para responder a eso tendremos que hacer dos cosas: primero, qué dice la biblia del vino; y segundo, que es el vino en la actualidad.

La biblia y el vino
       Comencemos por decir que los tiempos bíblicos no se caracterizaron por la gran variedad de bebidas disponibles. Básicamente sólo se consumían tres bebidas distintas: agua, leche y vino.
       Por un lado, el agua es la bebida básica. Aunque todos la consumían diariamente, era vista más con dos propósitos, el de mantenerte activo (o realmente, hidratado) dándote fu erzas aún en los momentos de flaqueza; y el de usarla como herramienta, ya sea para cocinar o lavar.
       La leche, por su parte, era vista como la bebida de los niños. Ésta era casi exclusivamente de consumo infantil, y aunque sí era bebida ocasionalmente por los adultos, esto se hacía en momentos personales o al estar sólo.
       El vino era la bebida que se servía para la comida del día, era la bebida principal y con la que se daban el gusto. Las calidades del vino eran claramente variables dependiendo de una infinidad de factores que hasta el día de hoy siguen afectando (como las barricas, la tierra, el tipo de uva, etc.). Los vinos de inferior calidad eran usados en la comida común, mientras que en los banquetes y reuniones se sacaban los vinos especiales de alta calidad. La gente que acudía a estas fiestas esperaba beber vino de categoría y si no sentían que el vino ofrecido era de calidad se le reclamaba al anfitrión.
       Como se puede atestiguar en el pasaje de las Bodas de Caná, la costumbre era ofrecer el mejor vino al principio, de forma que la gente comenzara a “tomar ambiente” y una vez que, tanto la fiesta como los efectos naturales del vino afectan en los invitados, entonces sí sacar el vino menor, de manera que ya no se le prestara tanta atención a la calidad de este.
       A pesar de todo esto, no todos miraban con buenos ojos el vino, y mucha gente reclamaba el uso del vino por sus efectos secundarios en el consumidor. Algunos pasajes bíblicos aconsejan alejarse de los excesos. 

El vino actual
       En nuestros días, los vinos se producen en una casi innumerable cantidad de variantes, desde los tipos de uva, la región donde se produce, el tiempo de fermentación, la casa productora, el embotellado, e incluso hasta las condiciones de cuidado del producto terminado.
       El nivel de alcohol en un vino puede variar de 7 a 17%, dependiendo principalmente del tipo de uva. Además de esto, el tipo de glucosa generada por ésta también hace variar la concentración del alcohol, lo que quiere decir que dos vinos con el mismo nivel de alcohol podrían causar efectos distintos en el que lo beba, uno más fuerte que el otro.
       La gran cantidad de publicaciones médicas actuales y la abundante publicidad que se le hace a esta bebida ha hecho que todos conozcamos que el vino tiene propiedades benéficas para la salud, aunque cualquier doctor te sabrá decir que sólo bajo cierto nivel de consumo, y no tomándose en exceso.
       Entre los beneficios que el vino ofrece a la salud está el ayudar al sistema circulatorio, ayudando al corazón y disminuyendo el conocido “colesterol malo”. Pero entre los efectos negativos se encuentran daños al hígado y (en exceso) al mismo sistema circulatorio. Teniendo también algunos efectos menos vistos por ser susceptibles poblaciones menores, como gente con asma o problemas respiratorios.

Empecemos a concluir
       ¿Qué quiere decir todo esto? ¿Puedo o no puedo tomar vino? Si a ti no te interesa el vino en lo absoluto, puedes dejar la lectura aquí y tomar la información anterior como información útil. Si te llama la atención o incluso ya lo bebes, entonces hagamos una breve reflexión del consumo de esta bebida.
       Ya que Dios mismo menciona en repetidas ocasiones al vino como una bendición que Él nos da, sonaría raro verlo como algo negativo, pero eso sin considerar la alta diferencia entre le producción actual y la antigua de esta bebida.
        Desde la antigüedad, los egipcios, babilónicos y hasta los mismos judíos conocían efectos benéficos y dañinos de esta bebida ¿Cómo la consumían? Moderadamente. Si las antiguas civilizaciones, que producían un vino más puro que el actual, y en su mayoría con uvas más maduras que detienen la fermentación en un nivel menor de alcohol, lo consumían con cierto criterio, cuánto más nosotros.
        Aunque se menciona que Cristo (nuestro ejemplo a seguir) bebía vino, nunca se menciona que se embriagara o hiciera el ridículo por beberlo. Tampoco se menciona que los discípulos abusaran de esta bebida.
        Todos como hijos de Dios tenemos la libertad de beber lo que queramos (sodas, agua, jugos, leche, vino y hasta cerveza), pero cada quién debe saber cuidad su cuerpo de forma que honre a Dios con él. Tú debes conocer tus debilidades y fortalezas, no puedes beber una copita fingiendo que tienes fuerza de voluntad cuando sabes que no.
       Si vas tomar esta bebida, hazlo sin que otros te critiquen o te tachen de borracho; pero hazlo bajo el estricto conocimiento de que sólo en ciertos niveles es bueno, y que bajo ninguna circunstancia se justifica el abuso del vino.

        Por último sólo te puedo pedir un favor, si vas a beber vino, jamás uses como pretexto “Pues si hasta Jesús lo hacía”. Recuerda que Él sólo tenía 3 bebidas distintas para elegir, y casi siempre eligió las otras dos. 

Por Fernando Castro

La maldad

Ahora me gustaría tratar un tema muy importante contigo, un tema que es polémico “por debajo del agua”; un tema del que no nos gusta hablar mucho, pero está siempre presente allí: la maldad.

       Si es cierto, en el ámbito cristiano se habla mucho de la maldad, siempre decimos que todos somos pecadores, que somos la luz del mundo, que Cristo nos redime; pero hay un aspecto que no manejamos de este tema ¿Qué es la maldad? ¿Qué tan presente está en nosotros? ¿Cómo la manejamos?
       La definición de maldad es “obrar deliberadamente de una forma que maltrate, humille, deshumanice o destruya a personas inocentes o hacer uso de la propia autoridad y el poder sistemático para alentar o permitir que otros obren así en nuestro nombre”1.
       Lo primero que hay que notar es la notoria diferencia que tenemos los hijos de Dios de ver la maldad. Mucho se nos critica y acusa de retrógradas y anticuados al sugerir que la maldad viene del pecado original en el Edén y que gracias a eso, ahora estamos todos en pecado.
       Es importante remarcar que al mencionar el pecado original no estamos contando un viejo cuento de abuelitos, ni una antigua creencia religiosa, ni siquiera estamos hablando de una corriente filosófica opacada por otras más nuevas; estamos hablando de la mismísima palabra de Dios. Su plan no era ese, sin embargo ocurrió y todo tuvo que cambiar, si no fuera por dicho pecado, hoy no escribiría este artículo (ni siquiera existiría esta revista ni el mundo como lo conocemos).
        El pecado, hoy en día se puede ver en los niños, y cada vez desde más chicos ¿Es esto porque el pecado gana más terreno? No directamente. En realidad los niños son cada vez más malvados porque así los educamos nosotros.
       Decimos que odiamos la maldad, pero en realidad nos rodeamos de ella y disfrutamos verla todos los días. Los programas de televisión, libros, caricaturas, novelas gráficas y comics se han vuelto los puntos perfectos para exhibir violencia y maldad a diestra y siniestra. Los que más venden son los más violentos.
       Nuestra educación se ha basado por siglos en la maldad, en golpes y gritos, en mandatos y órdenes. Usamos a los niños a nuestro antojo y les pedimos favores que no le pediríamos a un adulto (“pásame esto” “mueve aquello” “de una vez haz eso”). El abuso y la violencia están en todas partes, se nos regresa como el escupitajo lanzado al cielo, y al final nos quejamos del resultado.
       Hace unas semanas le pedí a mis alumnos de secundaria (alumnos de 1er, 2do y 3er grado) que escribieran un cuento, como parte de las actividades permanentes de texto libre. Les dejé en claro que podía ser del tema que ellos quisieran, que ellos mismos eligieran de qué trataría la historia. Más de 100 alumnos escribieron historias donde mataban y/o torturaban personas. Muchas, muy parecidas a las películas “Saw”. 
       Es verdad, que el niño lo escriba no siempre significa que el niño lo hará, pero no necesitamos que lleguen a hacer cosas tan exageradas como esas para preocuparnos. Esos niños pueden llegar a ser padres o esposos golpeadores, madres enojonas y hasta drogadictas, adolescentes vándalos y destructivos. Es eso lo que abunda en su corazón (Lucas 6: 44-46).

Malo, malito y malote.
       Ahora, muchos de nosotros (aun inconscientemente) nos auto defendemos pensando en que nosotros sólo somos “malos” o hasta “malitos”, pero no somos unos “malotes” que anden haciendo maldades por todos lados. Incluso, “siempre disfruto en hacer el bien a los demás”.
       Pero hay ciertos momentos críticos en los que están en juego nuestra maldad y bondad y suele ganar la primera. El muy citado y conocido experimento de Albert Bandura lo demuestra. Este hombre hizo un experimento en la Universidad de Standford, donde a los hombres de prueba les hizo creer que ayudarían en un experimento diferente. Les dio una máquina para descargas eléctricas y les dijo que pusieran atención a los sujetos de la siguiente habitación. Cada vez que el sujeto se equivocara en sus actividades, ellos debían dar descargas eléctricas a éste, con el fin de cambiar su conducta.
        Después se aseguró de que las personas se enterara (así como no queriendo) de que algunos de los sujetos eran malvados y otros eran “buena gente”. El resultado fue, que los hombres que daban las descargas eléctricas, aumentaban cada vez más la intensidad con los sujetos que consideraban “malvados”, mientras que se mostraban indulgentes y bondadosos con los que creían que eran “buena gente”.
        ¿No se supone que nosotros no somos jueces? ¿Qué eso se lo deberíamos dejar a Dios? ¿Quiénes somos nosotros para aumentar o disminuir el castigo de alguien, cuando incluso Dios mismo enviará “buena gente” al infierno?
       Claro, Bandura no aclaró si los individuos tenían alguna creencia espiritual o religiosa; nosotros la tenemos y seguramente no haríamos eso ¿Estás seguro? La realidad cotidiana demuestra (y tu conciencia lo confirmará o negará) que todos los días nos quejamos de alguien, hablamos mal de él, e incluso le deseamos cosas malas. De quien sea, de la persona que se te atravesó al manejar, del que se robó tu bicicleta, del que te ofendió sin razón aparente, etc. ¿Estás completamente seguro, de que si tuvieras la máquina eléctrica no la usarías sobre esa persona? O peor aún ¿Estás seguro de que no subirías la intensidad?

Nuestra zona de confort
       La verdad es que nos sentimos “buena gente” y libres de la “verdadera maldad” mientras estamos en nuestra zona de confort. Pero somos incapaces de saber qué haríamos en un determinado momento en el que todas las circunstancias cambiaran completamente.
       Un buen ejemplo son las universidades. En México están las novatadas y en Estados Unidos los ingresos a las fraternidades. Hablando específicamente de estas últimas. Cuando un alumno nuevo quiere ingresar, lo hacen pasar por una docena de pruebas donde es humillado y sobajado constantemente; trato que acepta con tal de ser admitido. Pero aún más allá de eso, en muchas pruebas él es quien tiene que humillar y sobajar a otros; cosa que también hace con tal de ser admitido.
       El alumno no tiene ninguna necesidad real de recurrir a la maldad, pero lo hace y son saña, con tal de sentirse parte de la fraternidad deseada. Entre más reconocida la fraternidad, más es el deseo de ser aceptado.
       Incluso, nosotros somos capaces muchas veces de meternos en el carril de a un lado, o pasarnos el alto, con tal de no llegar tarde a nuestro destino, sin importarnos en lo más mínimo el daño que pudiéramos hacerle a alguien (daño que en muchas ocasiones llega hasta la muerte).
"¡Nunca!" En este anuncio,
los rusos son expuestos como
lobos sedientos de sangre.

El odio colectivo
       En el mismo texto en que define la maldad, Zimbardo menciona el ejemplo de las guerras. Un momento más en el que podemos ver como la maldad se apodera de “gente buena”, es cuando un país está en guerra. En esos momentos uno puede observar dos cosas. La primera, que el gobierno automáticamente se encarga de hacer ver al enemigo como lo peor de lo peor, como una basura, como unos demonios merecedores de ser aniquilados. Y segundo, que el pueblo entero (o casi entero) recibe con brazos abiertos estas ideas y se enajena en un odio colectivo contra el enemigo.
       Puedo poner fácilmente tres ejemplos muy ubicables.
"Combate con nosotros"
Propaganda nazi que muestra
a Gran Bretaña como
un monstruo marino. 
       -Las cruzadas: En otoño del año 1095, el Papa Urbano II cautivó al pueblo franco para participar en las cruzadas y matar a miles de moros con las siguientes palabras: “De Jerusalén a Constantinopla llegan tristes noticias (…). Una raza maldita, salida del reino de los persas, un pueblo bárbaro alejado de Dios ha invadido las tierras cristianas (…). ¿A quién corresponde la victoria sino a aquellos que han conquistado la gloria por medio de las armas? Vosotros podéis humillar a los infieles. Marchad a la defensa de Cristo (…). Guerrear y Dios os guiará. (…) Y éste ha de ser vuestro grito de guerra. Cuando marchéis contra el enemigo decid: Dios lo quiere”.
       -El segundo caso no merece mucho detenimiento, ya que es Hitler. Un caso típico en que un hombre con sólida ideología convenció a la mayoría (más no a todos) de un pueblo a que ciertas razas merecían la tortura y la muerte.
       -Por último tenemos al pueblo Estadounidense moderno, quien ha matado a miles de personas en sus interminables guerras durante el siglo XX y principios del XXI. Algunos presidentes como Bush hijo, han logrado convencer, mejor que otros, a la nación de que es lo mejor, que es necesario, que es indispensable continuar con la guerra.
       El segundo caso es muy particular, pero en el primero y en el tercero, tenemos ejemplos de pueblos que, creyendo firmemente en Dios y sus mandamientos, están convencidos de que la guerra, y toda la maldad que conlleva, son lo mejor. Logran hacer que abandonen sus ideales y se opongan completamente a todo el amor que Cristo enseñó.

Conclusión
       No es mi intensión deprimirte y hacerte sentir que eres una mala persona, que eres peor de lo que pensabas y que te irás al infierno. Claro que no. Mi intensión con este artículo es hacerte reflexionar de que la maldad no está tan lejos como creemos; de que es más fácil hacernos caer de lo que parece, y que no basta saber que todos somos pecadores.
       Es mi intensión que realmente hagamos conciencia de la fuerte necesidad que tenemos de Jesús, de su amor, de su paz. Él es el único con el poder de destruir la maldad, y el único camino a la vida eterna. No te hagas fanático religioso, eso te llevará a odiar a las otras religiones. Mejor sé un fanático de Jesús y su amor, y eso te llevará a amar a tu enemigo.      



1Ya que no hay una definición bíblica de maldad, hemos tomado la de Philip Zimbardo, catedrático e investigador de este tema por décadas. Traducción hecha por editorial Paidos. 

Por Fernando Castro

Acostumbrarse a la libertad

Dice la biblia que Dios nos ha dado libertad (Gal. 5:1), y que Cristo dio su vida para regalárnosla. Sin embargo no es fácil aceptarla a buenas y primeras. He aquí una breve reflexión sobre los problemas que hemos tenido para acostumbrarnos a este regalo.

       Hoy en día existen muchas divisiones entre iglesias, y aunque no me interesa discutir sobre los detalles, ni mucho menos poner una sobre la otra, si quisiera hacer énfasis en que cualquiera que se dé un paseo por un par de iglesias notará tremendas diferencias entre ellas. Entre las más notorias está que en algunas iglesias, la gente grita “¡Amén!” muy seguido, en otras nunca lo gritan; en unas la gente danza mucho en la alabanza (hasta corren), en otras todos se quedan quietos aplaudiendo; en unas el pueblo es participativo e interactúa con el pastor durante el mensaje, en otras el pueblo permanece callado mientras el pastor habla.

        Ninguna de estas diferencias está siendo considerada correcta o incorrecta en este momento. El punto al que quiero llegar es ¿Por qué? ¿Por qué reaccionamos tan diferente ante la misma libertad? ¿No somos acaso todos igualmente libres? ¿Entonces por qué en algunas iglesias las personas se pueden percibir ligeramente más libres que en otras? ¿Acaso no se mueve el Espíritu Santo en unas de estas iglesias?

       Pensar en esta última pregunta es querer ver las cosas de la forma más simple posible. En realidad el problema (si es que de verdad es un problema) se origina en algo más psicológico.

       A principios del siglo pasado, un hombre llamado Alexander Neill fundó una escuela llamada “Summerhill”, en la cual los niños no eran obligados a absolutamente nada. Cada niño asistía a clase sólo si quería, podía comer lo que, cuando, donde y cuanto quisiera; podía jugar a lo que quisiera; podía, incluso, hacer cosas como fumar, beber y masturbarse sin que nadie le dijera nada.

       Sobra decir que este hombre se metió en problemas muchas veces por su escuela tan extremista, sin embargo con el paso de los años él notó que a los niños les costaba mucho trabajo acostumbrarse a la libertad. Al principio los niños siempre tomaban caminos extremos, o asistían a clase aunque nadie les dijera porque se sentían moralmente obligados, o nunca ponían un pie en el salón de clase. Pero, con el pasar del tiempo, los niños se iban acostumbrando, generaban su propia moral y comenzaban a asistir con la frecuencia necesaria por iniciativa propia.

        ¿Qué tiene que ver todo esto con la iglesia? Bueno, yo personalmente, quiero admitir (y sé que no soy el único) que cuando escuché a alguien hablar en lenguas por primera vez, me asusté mucho, principalmente porque nadie me había explicado qué era eso, y pensé que podía estar teniendo un ataque o algo similar. La libertad que Dios nos da es tan amplia que a muchas personas las puede asustar. Hay cristianos que no se sienten agusto en una iglesia donde griten “¡Amén!” por cada cosa que diga el pastor.

         ¿Pero por qué esta antipatía a la comunión grupal? ¿Por qué a muchos cristianos les cuesta trabajo gritar un “Amén” o levantar sus manos? ¿Por qué tanto problema en brincar un poco en la alabanza? Si retrocedemos un poco en la vida del mexicano encontraremos dos instituciones nacionales tan importantes y arraigadas en nuestro país que simplemente nadie se ha escapado de ellas, y que (queramos o no) han aplastado por años el espíritu y la espontaneidad de las personas.

       La primera: la escuela, he sido alumno muchos años y ahora también soy docente, sé y me consta que la escuela es (y antes lo era aún más que ahora) un centro de represión. Desde niños se nos acostumbró a que debemos estar sentaditos y calladitos por largos ratos, sólo escuchando los largos discursos del profesor.

       En la escuela aprendimos (muchos a la mala) a callarnos y trabajar, a que lo que dice el profesor es verdad e indiscutible, a que no le debes faltar al respeto al que dirige (y hay muchísimas cosas que pueden ser consideradas como “falta de respeto”).

        La escuela también nos enseñó a memorizar, a no razonar lo que leemos ni lo que nos enseña el profesor, sólo apréndetelo y ya. El conocimiento no es ni racionalizado, ni mucho menos visto de una forma práctica y útil. Por esto es que tantos niños preguntan todos los días “¿Y yo para qué quiero aprender a sacar la hipotenusa?”.



       La segunda: La iglesia católica. Todos sabemos que está tan arraigada en México, que ser ateo es casi sinónimo de ser católico. Y honestamente no es esto una crítica contra ella, sólo se trata de hacer notar ciertas características que la iglesia católica impone (no ofrece).

       Sólo basta ir a una misa para darse cuenta que no puedes hablar durante el sermón del padre (de hecho se ve como una “falta de respeto”), ni mucho menos interactuar. Cuando hay cantos, la gente lejos de brincar y levantar manos, sólo recita lentamente lo mismo que dice el coro que dirige. Nunca he escuchado un “Amén” a mitad de una misa. Allí uno va para adaptarse y seguir un plan preestablecido (tanto que en ocasiones ya está hasta por escrito por una casa editorial que ni siquiera conoce la iglesia, mucho menos a sus congregantes y/o necesidades).

         Cuando tomamos en cuenta que la inmensa mayoría de los cristianos estudiaron (al menos la primaria) y que en México todos hemos pasado por una etapa francamente católica por tradición, no tiene nada de sorprendente que al llegar a una iglesia donde tienes nuevas libertades nunca antes pensadas, la persona se dé topes contra ella. No es fácil quitarse el velo del “no interrumpo, es falta de respeto” “no opino, el pastor es el que sabe, yo no” “no brinques, no es el lugar para eso, harás el ridículo”.

         Respecto a la alabanza, y específicamente el tema de danzar, levantar manos o gritar. También hemos sido educados para saber que hay lugares donde se pueden hacer ciertas cosas, y lugares donde no. Y los lugares para hacer el ridículo se llaman antros, bares, cantinas o casas particulares durante una fiesta, pero nunca la iglesia, allí se va a guardar respeto. Es difícil tomar esa libertad y aceptar que no tiene nada de malo que alguien te vea moviéndote en alegría. Muchísimas de veces he oído a directores de alabanza decir frases como “Vamos, danza, Dios te ha dado esa libertad”, pero el hombre se ha encargado de enterrar esa libertad por años.

        Para ir concluyendo, vale dejar en claro una cosa: si Dios te dio libertad para gritar, brincar, danzar y levantar manos, también te la dio para no hacerlo; tú eres libre de alabar a Dios como a ti te plazca. El problema aquí es que la gran mayoría no se retiene porqué así le plazca, sino porque aún no ha experimentado la libertad de Dios.

       Entre los frutos del Espíritu (Gal. 5: 22-23), Pablo menciona el dominio propio, el cual no es experimentado por alguien que no puede liberarse en presencia de Dios. Alguien que no ha experimentado esa libertad es alguien que aún es dominado por muchas cosas, menos por sí mismo. Otro fruto es el gozo, el cual no se experimenta en cautiverio, sólo en libertad.

       La seriedad debe ser resultado de una libertad espiritual y personal, no impuesta. Te invito a que luches una batalla espiritual por tu libertad; que si tienes problemas con todo esto, la próxima vez que estés en la alabanza te muevas más, que grites “Amén” sin temor cuando realmente estés de acuerdo con lo que alguien dijo, que experimentes la libertad. Y que si regresas a la seriedad, sea por tu propia libertad. Porque lo sabemos bien, tras tantos años de opresión psicológica y espiritual, así como a los niños de Summerhill, a los cristianos también nos cuesta trabajo acostumbrarnos a la libertad.

Por Fernando Castro

domingo, 12 de junio de 2016

La importancia del ejercicio físico

Hoy tocaremos un tema básico para nuestra salud, hablaremos sobre el ejercicio físico; sus beneficios y que nos dice la Biblia acerca de esta actividad.

       El ejercicio físico es una actividad que requiere disciplina, requiere diligencia, requiere voluntad, y si tu voluntad es débil, la fortalece, requiere también dominio propio, perseverancia, resistencia. Por eso es que en la Biblia el apóstol Pablo hace mucha referencia a la preparación física de los atletas (1 Corintios 9:24-27, 2 Timoteo 2:5, 2 Timoteo 4:7, Hebreos 12:1), como una manera metafórica de ver la vida cristiana, pues todas estas virtudes que les mencione son necesarias en la vida espiritual.

       El ejercicio físico nos da múltiples beneficios para nuestra salud, por algo es una de las 3 piedras angulares (nutrición, tratamiento farmacológico y ejercicio físico) en el tratamiento de diversas enfermedades crónico degenerativas. El ejercicio físico nos ayuda a:

*Oxigenar mejor el cuerpo, pues se transporta más oxígeno en la sangre a todo el organismo, por lo que tus pulmones usan mejor el oxígeno y por ende se fortalecen tu corazón y tus músculos.

*Ayuda a disminuir los niveles de glucosa en sangre.

*Previene enfermedades crónicas degenerativas como la diabetes, la hipertensión arterial, el cáncer.

*Previene el envejecimiento prematuro.

*Fortalece el sistema inmunológico, es decir, te ayuda a aumentar tus defensas.

 *Cuida las reservas de calcio en tu organismo, por lo tanto te ayuda a fortalecer tus huesos y prevenir la osteoporosis.

*Aumenta el colesterol HDL (el bueno), el cual ayuda a disminuir el colesterol LDL (malo) y esto te protege contra una cardiopatía (enfermedades del corazón).

 *El ejercicio físico te ayuda a disminuir el colesterol total, el colesterol LDL y los niveles de triglicéridos!

*Después de los 30 años se comienza a perder el musculo en el cuerpo, por tanto el organismo empieza a quemar menos calorías, lo que provoca un aumento gradual de peso que conlleva a un sobrepeso u obesidad, por eso el aumentar tu ejercicio físico te ayudara a evitar la obesidad que va ligada a muchas enfermedades crónico degenerativas que ya te mencione anteriormente.

 *Al hacer ejercicio físico se producen endorfinas que mejoran tu estado de ánimo y tu humor, te sentirás feliz, relajado (a) y alegre.

*Disminuye el estrés (el estrés puede derivar a enfermedades del corazón, trastornos menstruales, problemas digestivos como gastritis, inflamación, dolor abdominal, colon irritable).

*Disminuye la depresión y la ansiedad, que como sabemos, estos dos son factores que nos pueden causar caer en tentaciones.

*Te ayuda a dormir mejor.

       Dicho esto, vemos que el ejercicio físico va más allá de una razón estética o superficial, el dedicarle tiempo a esta actividad es estarle abonando a nuestra salud física y mental, y recordemos que nuestra salud es también responsabilidad nuestra y no podemos tratar nuestro cuerpo como si no fuera algo valioso que Dios nos dio, pues también con él glorificamos a Dios.

       La Biblia no menciona específicamente a personajes deportistas o que hicieran algún ejercicio físico, pero a través de ella podemos ver como a Dios le interesa nuestra salud, de los milagros que Jesús hizo aquí en la tierra gran parte fue sanar a enfermos (Mateo 4:23), en Génesis se habla claramente sobre las provisiones de Dios hacia nosotros para tener una salud óptima (aire puro: Gen. 2:15, agua pura: Gen. 2:10, alimentos nutritivos: Gen. 1:29, ejercicio moderado: Gen. 2:15).

       La Biblia es muy clara en que debemos cuidar nuestros cuerpos (1 Corintios 6:19-20, Efesios 5:29). En diversos salmos y versos podemos ver el respeto al don de la vida y a nuestro cuerpo como una obra maravillosa de Dios (Salmos 139:14). Incluso la Biblia nos advierte en múltiples versículos sobre la glotonería (Deuteronomio 21:20, Proverbios 23:2, 2 Pedro 1:5-7).

       Sabiendo todo esto: ¿No sería una irresponsabilidad nuestra no hacer nada por mantener nuestra salud? Sanos servimos mejor a Dios y a nuestro prójimo, ¿No es cierto?, y, ¿Cómo nos mantenemos sanos? Ciertamente con buenos hábitos de alimentación y de ejercicio físico.

       Así que, no tiene nada de  malo que un cristiano se ejercite, pero, ¿Qué nos dice el apóstol Pablo sobre el ejercicio físico? La biblia dice:

1 Timoteo 4: 7-8 “No pierdas el tiempo discutiendo sobre ideas mundanas y cuentos de viejas. En lugar de eso, entrénate para la sumisión a Dios. «El entrenamiento físico es bueno, pero entrenarse en la sumisión a Dios es mucho mejor, porque promete beneficios en esta vida y en la vida que viene».” (NTV)

       Pablo no está negando los beneficios del ejercicio, ni dice que no tenga validez alguna; pero sí dice que el beneficio es limitado porque solo afecta el cuerpo físico en esta vida terrenal, en cambio, los beneficios a largo plazo de una buena relación con Dios son mucho mayores tanto aquí en el mundo como en la eternidad. Uno es valioso, pero el otro es de más valor.

       Hay que ponerlo en una balanza, y lograr un equilibrio entre ambos. Y, de acuerdo a lo que Pablo nos dice, no podemos permitir que el entrenamiento corporal cobre más importancia que nuestra relación con Dios. ¿Cómo podemos lograr este equilibrio? El punto de partida es examinar tu corazón y preguntarte: ¿Cuál es mi objetivo al comenzar una rutina de ejercicio físico? ¿Lo hago meramente por salud, o por vanidad? Y, ¿Cuánto tiempo le dedicaré a la semana?

       La OMS recomienda a niños y jóvenes de 5 a 17 años un mínimo de 60 minutos diarios de ejercicio físico de preferencia aeróbico, a adultos de 18 a 64 años mínimo 150 minutos semanales para mantener un estilo de vida saludable. Entonces, si le dedicas 1 hora al entrenamiento físico, lo correcto sería dedicarle mínimo el doble a tu vida espiritual. Si el caso es el contrario, debemos establecer bien nuestras prioridades; pues existen en nuestras vidas metas terrenales (nuestra educación, nuestra profesión, nuestros bienes, físico, etc.) y metas espirituales (el propósito de Dios en nuestra vida).

       ¿Cuánto tiempo le dedico a cada una? ¿A dónde se inclina la balanza?, ¿Cuál debe ser la prioritaria? Ciertamente nuestra vida es como neblina que pasa, dice Santiago 4:14, y nuestros tesoros aquí en la tierra son pasajeros (Mateo 6:19-34), entonces ¿Cuál atiendo primero y mejor? ¿Lo que me traerá satisfacción en esta vida (corto plazo), o lo que lo hará por la eternidad (largo plazo)?

       Cuidemos que el motivo de nuestro ejercicio físico no sea por vanidad, sino por salud; porque entonces estaríamos sembrando para la carne, no para el espíritu, y la Biblia también nos advierte sobre la vanidad (1 Samuel 16:7, Proverbios 31:30, 1 Pedro 3:3-4).

       Nada malo tiene que un cristiano se ejercite, mi consejo a ti es que tomes tu responsabilidad sobre tu salud y tu cuerpo, que es un regalo de Dios, pero no dejes que eso te distraiga y termines descuidando tu vida espiritual, tu comunión con Dios en oración y en Su palabra, tu ministerio, el propósito de Dios en tu vida. Mantente sano, sí, pero para Servir a Dios, a tu familia, a tu iglesia, a tu prójimo. Pues a eso vinimos en realidad (Mateo 20:28).

Por Bárbara Garibay

Evangelizando en el día a día

¿Sabías que a través de tu vida, das testimonio de Cristo? ¿Qué tipo de evangelismo estas llevando a cabo en tu cotidianeidad? ¿Con tu comportamiento, estás invitando a otras personas a conocer a Dios?

       En ocasiones, la palabra “evangelizar” ha sido pensada como una serie de funciones propiamente de pastores y líderes de ministerio en la iglesia, sin embargo, es un error pensar que evangelizar es un acto exclusivo de ciertas personas, puesto que todos formamos parte de la Iglesia de Cristo y es nuestro deber darlo a conocer en cualquier ámbito de nuestra vida.

       Según la Real Academia Española, Evangelizar es predicar la fe de Jesucristo o las virtudes cristianas. Por su parte, Predicar es propagar o extender una doctrina o una idea, haciéndolas públicas y patentes. En la gran comisión, plasmada en Mateo 28:19-20, Jesús dijo: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.

       Esas palabras son para ti y para mí, a fin de que las tomemos día con día y demos a conocer las buenas nuevas a todas las personas que están a nuestro alrededor.

        Ciertamente, una vez que conocemos el poder y la verdad de la palabra de Dios, es indudable la transformación que ésta hace en nuestro interior, cambiando lo viejo por algo totalmente nuevo, modificando nuestra forma de ser, pensar y actuar; motivándonos a alcanzar todas las promesas que Él tiene preparadas para nosotros, permitiéndonos disfrutar de cada uno de sus detalles y bendiciones.  Es así como a través de la intimidad con Dios, podemos nutrirnos de su presencia, meditar en su palabra y reflejarlo en nuestra cotidianidad.

       El testimonio más fuerte que podemos dar, es con el ejemplo, mostrando que Dios es real y poderoso, puesto que ha hecho grandes cosas en nuestras vidas y quiere hacerlo con los demás también.

       No te preocupes si piensas que evangelizar es difícil, o si las personas te rechazarán, recuerda que la obra es de Dios, y nosotros somos instrumentos a su entera disposición para actuar de la manera que él mande, sabiendo que nada es en vano, y que la semilla de su palabra ha sido sembrada en el corazón de la gente.

       Como lo vemos en el nuevo testamento, evangelizar no es esperar que las personas vayan a una congregación para recibir el testimonio de lo que Jesús hizo en la cruz por nosotros, sino que nuestra responsabilidad como discípulos es salir de la “zona de confort”, empezar a predicar a otros lo que Dios ha hecho e invitarlos a que ellos también “comprueben cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).

       Esto puede llevarse a cabo en cualquier momento y en cualquier lugar, ya sea en la casa, escuela,
trabajo, gimnasio, parque, aeropuerto, oficina, en la parada del camión, o donde sea, verdaderamente Dios es muy creativo y todo lugar es propicio para que las personas tengan la oportunidad de escuchar el mensaje de esperanza y salvación.

       Recordemos que la manera en que muchas personas conocerán a Cristo, es a través de nuestro estilo de vida, por lo tanto es importante ser congruentes en lo que decimos y lo que hacemos, ser sensibles a las necesidades de nuestro entorno y capaces de extender una mano de ayuda al que lo requiera.

       La generosidad debe ser una carta de presentación, además del amor al prójimo, la integridad, el respeto, la amabilidad, el trabajo, la alegría, la buena voluntad.

       Una vez que las personas han tomado la decisión de aceptar a Cristo como su salvador personal, resulta necesario brindar oportunidades de crecimiento, esto es, invitar a las personas a que asistan a alguna congregación, que lean la biblia, que formen parte de células o grupos de oración, a fin de que crezcan en los principios bíblicos y tengan el apoyo de personas que tienen los mismos objetivos de vida espiritual.

       “Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y, cómo creerán en aquel de quién no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!” Romanos 10:13-15.



       Quiero terminar con estas palabras de la canción “No hay paredes” de Jesús Adrián Romero, verdaderamente reflejan que para Dios no hay límites: “Fuera del templo y la religión, por todo pueblo y toda región, entre la gente que vaga hoy, sin rumbo fijo sin dirección, entre las plazas de mi ciudad, en donde hay tanta necesidad, por todas partes te llevaré, pues no hay paredes que te puedan esconder”.

Por Maribel Sánchez

lunes, 21 de marzo de 2016

Vivir solo... en medio de todos

¿Cuántos amigos tienes? Una de dos, o no tantos como quisieras, o no tantos como piensas.

       En la actualidad tenemos un problema, el hombre vive cada día más aislado en un mundo con más de 6 mil millones de habitantes. Pero para explicar esto, primero necesitamos regresar unos cuantos años en el tiempo.

Un poco de historia.
       Si recordamos el final de la 2da guerra mundial, ubicamos algo que se le llamó “El muro de Berlín”, el cual dividió esta ciudad alemana en dos mitades, y más allá de Berlín dividió el país entero entre el capitalismo y el comunismo. Estos dos sistemas económicos y sociales son los que hasta la actualidad rigen a los países del mundo.
       No es mi intención preferenciar a uno sobre otro en este artículo, sólo explicar brevemente que mientras el Socialismo propone la repartición de los bienes entre los individuos que conforman una sociedad; el Capitalismo propone la propiedad privada, explicado por un niño, propiedad privada significa “esto es mío, mío y sólo mío, y no te lo presto porque no me da la gana”.  
       ¿A qué viene esto al caso? Fácil, desde que finalizó la segunda guerra mundial, el capitalismo ha sido el principal sistema económico en el mundo y se expande cada día más. Creando a pasos agigantados una sociedad donde cada individuo quiere cada día más para sí mismo.
       Seguramente has oído hablar del Neoliberalismo, mejor conocido por muchos como el “Capitalismo salvaje”, ya que su intención principal es ganar todo lo que se pueda sin importar el costo, ni por encima de qué o quién se necesite pasar. Es éste Neoliberalismo el que rige a Estados Unidos y México hoy día y sus efectos son fácilmente palpables en un país donde unos cuantos tienen todo el dinero, mientras las grandes masas tienen las pequeñas (y muy pequeñas) sobras.

Tú también, no te hagas.
       El tema del capitalismo lo mencionaba sólo como antecedente (el más moderno, mas no el único) de cómo comenzamos los hombres a individualizarnos cada vez más, y a pensar cada día más en uno mismo, y menos en los demás.
       La palabra de Dios dice ocho veces que ames a tu prójimo, y también incluye versículos donde dice que no levantes falso testimonio contra él (Éxodo 20: 16), que no lo molestes ni le robes (Levítico 19: 13), que no le mientas ni lo engañes (Proverbios 3: 28) y que no abuses de su confianza (Proverbios 3: 29), entre muchas otras cosas.
       A pesar de eso, y de que los pensadores seculares opinan que esta forma de pensar es natural entre los seres humanos (si no me creen, están los derechos humanos como prueba), todos los días son violadas estas reglas por gente que sólo sabe ver lo suyo.
       Esta forma de actual ha hecho que las personas nos encerremos cada vez más por protección o miedo a ser dañados. Las personas cada día tienen más miedo de tener una relación amorosa; y cada día pasamos frente a indigentes a los que nos les damos un solo centavo porque hemos visto muchos casos donde el indigente malgasta ese dinero. Y el común denominador en esto es la desconfianza.

Sólo en casa… y no hay fiesta.
       Hoy día los programas de televisión, las películas e incluso la música, nos dan la falsa sensación de estar acompañados, cuando en realidad estamos solos en casa. Una persona puede fácilmente pasar todo el día encerrado en casa viendo televisión sin sentirse mal de ninguna manera; esa misma persona no soportaría pasar todo el día encerrado sin música ni televisión de fondo. 
       La población ha crecido tanto que ya no vivimos en ranchos o aldeas, sino en ciudades; y esas escenas típicas donde uno salía a la calle e iba saludando a todos, se convierten en un simple caminar solo, sin saludar, e incluso mirando desconfiadamente a algunas personas que “no te dan buena vibra”.
       Retomando el ejemplo de la televisión; es muy triste (más de lo que parece) que haya millones de casas donde habiendo varios habitantes en ella, cada uno esté en una televisión distinta sin compartir palabras, miradas ni la habitación cuando menos. En algunas ocasiones esta escena se da, incluso cuando ambas personas ven el mismo programa.
       ¿Ya te estás poniendo a pensar en qué tanto convives con la gente que te rodea? ¿Con tus “seres queridos”? ¿Con tus amigos? ¿Qué tan firme es tu amistad con alguien a quien no vez más que a través de una pantalla de computadora? ¿Qué tan íntima es tu relación con una pareja con quien hablas sólo por celular?

Todos y ninguno a la vez.
       Esto último me lleva a una cosa más, las famosas “redes sociales”. Hoy en día todos tenemos una ¿No? Bueno, cierto es que no todos, pero cada día más gente se anexa a estas corporativas telecomunicaciones virtuales; desde ancianos cada vez más grandes de edad, hasta niños cada vez más chicos, poco a poco nuestra sociedad occidental modernizada se acerca más al 100% de población con red social.
       Algunos dicen nunca usarla, otros sólo por trabajo, pero lo cierto es que estás ahí y la utilizas ¿A caso estas cosas no nos están acercando por fin con los demás? ¿No son la solución perfecta? ¿No nos acercan a otros aun cuando nuestro tiempo, lugar u ocupaciones no nos lo permiten?
       Pues la verdad es que no, en lugar de lograr este utópico resultado, la realidad es que las redes sociales son separan cada vez más de nuestros semejantes. Al igual que la televisión, el gran número de “amigos” que puedes conseguir en una red social te da la falsa sensación de estar rodeado de gente, de sentirte importante o apreciado por otros, cuando en realidad, ni el 10% de ellos te ayudan en una emergencia o te visitan en el hospital.
       Lamentablemente los “likes” y “retwiteos” ni significan amor, ni siquiera aprecio. En verdad las redes sociales dan la plataforma perfecta para la individualización, es decir, creer que convives con todo mundo cuando en realidad te aíslas a ti mismo en un celular; te encadenas a un aparato y dejas de ver a los que sí se encuentran a tu alrededor, al hermanos que se sienta junto a ti, o al niño que te admira queriendo ser como tú.

En fin, qué le haremos.
        Como siempre, la única solución para romper con esta cadena de individualismo es regresar a Dios y su amor. Aquel que tiene a Dios es capaz de amar, y aquel que no lo tiene no puede amar a su prójimo (1 Juan 4: 20-21).
       Tampoco es de sorprender esta situación actual, dice Dios que es normal que en los días finales el amor de las masas se enfríe (Mateo 24: 12), y es por eso que sólo los hijos de Dios podemos hacer la diferencia.

       Te invito a soltar esta revista y voltear a ver al que tienes a un lado, al que te necesita, a tu hermano, a tu prójimo. Si no quieres, no hay necesidad de ponerse cursi y darle un abrazo (aunque si es recomendable), pero háblale, conversa con el que sí está contigo y no con los del celular. Míralo a los ojos, demuéstrale que te importa. Haz la diferencia. 

Por Fernando Castro.