Hola, mi nombre es Asael Parra, nací en un hogar cristiano y mis padres son pastores desde que yo tenía 9 años. Yo nunca objeté contra estas reglas, del alcohol, al contrario, estaba totalmente de acuerdo.
Cuando fui creciendo comencé a cuestionar el por qué no se debía consumir alcohol, los hermanos decían que la biblia mencionaba que tomar mucho alcohol era malo y que debíamos cuidarnos ya que nuestro cuerpo era templo del Espíritu Santo.
El versículo de la biblia que habla de esto se encuentra en 1ra de Corintios 6:19 y dice así “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?”. En este capítulo Pablo habla sobre las cosas que son lícitas pero no significa que sean de conveniencia para nosotros. Y si lo pensamos bien, los cristianos tienen razón al no consumir alcohol, ya que si éste se consume en exceso trae consecuencias tanto para nuestro cuerpo (el cual es el templo del Espíritu Santo) como para nuestra vida.
Entonces se preguntarán ¿a qué los quiero llevar con este artículo? La respuesta es sencilla, a que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo y debemos cuidarlo como tal. Actualmente los cristianos solemos hacer críticas hacia el consumo de sustancias prohibidas y esto no está mal, ya que ciertamente son cosas que nos afectan y pueden dañar nuestras vidas, pero ¿acaso son sólo las sustancias prohibidas las que nos pueden hacer daño?
La respuesta es no, en nuestra dieta diaria hay alimentos que dañan también nuestro cuerpo como lo son las bebidas azucaradas, refrescos, grasas, sustitutos de azúcar, conservadores en alimentos y otros más, pero más allá de estas sustancias dañinas está la forma en la que las consumimos. Si lo pensamos bien un vaso de vino no nos hará daño ni nos mandará al infierno, así mismo un vaso de soda no nos destruirá, no hay en si pecado en su consumo el problema radica en la forma en que consumimos estos alimentos o bebidas.
No debemos perder de vista que nuestro cuerpo es el templo de Dios y si queremos que Dios habite en él tiene que ser digno de Dios. Y me dirán “Hermano Asael no todos podemos tener un cuerpo perfecto y moldeado” y es cierto, pero en este caso no estamos hablando de apariencias físicas o belleza sino de estados de salud, de la forma en que mantenemos vivo nuestro cuerpo.
Los doctores piensan que la mejor medicina es una buena alimentación y de la misma manera una mala alimentación produce enfermedades en nuestro cuerpo, y si nosotros mismos llegáramos a provocamos enfermedades ¿no estamos así pecando contra nosotros mismos? ¿Contra el templo que fue diseñado para alojar al Espíritu Santo? Yo creo que sí, y el pecar de esta manera se nos ha pasado desapercibido y es un punto del que no hablamos seriamente o a veces decidimos ignorar.
Con mis palabras querido hermano no busco ofenderlo o increparlo, sólo hacerlo reflexionar en que tenemos que buscar agradar a Dios en todo y cuidando su templo es una buena manera de hacerlo. El alcohol ciertamente no destruye nuestro cuerpo si no se abusa de él, y tampoco estoy invitándolo a consumirlo ni con moderación, ya que la biblia nos dice en Romanos 14:21 “Más vale no comer carne ni beber vino, ni hacer nada que haga caer a tu hermano.” Y como yo no busco ser piedra de tropiezo le pido que no lo haga, no beba ni se embriague, pero tampoco haga de su cuerpo lo que quiera con otras cosas.
Recuerde que este cuerpo no es nuestro, sino de Dios. Así como buscamos tener la iglesia limpia y presentable para adorar, así mismo debemos hacerlo con nuestro cuerpo. Con mis palabras no busco criticar su forma de vida, sino invitarlo a adoptar estilos de vida saludables como el comer balanceado, hacer actividad física y
dormir bien.
Recuerde que comer lo que nos gusta de vez en cuando no tiene maldad, sin embargo el incurrir en hábitos dañinos para nuestro cuerpo y salud sólo dificultan nuestra cercanía a Dios. Así pues hermanos los invito a cuidar nuestra salud y bienestar, ya que como lo decía el apóstol Pablo, nuestro cuerpo, templo del Espíritu Santo es.
Por Asael Parra
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